Mexicali, Baja California- La ludopatía es una enfermedad que destruye el alma, en la que sus víctimas se sienten abandonadas por las instituciones de Salud y el Estado no cuenta con cifras ni nadie sabe cómo atenderlo. Paradójicamente, se trata de un mal socialmente aceptable.
Sin embargo, este mal crece día con día y se acentuó más con la repentina y masiva instalación de casinos en Mexicali, tanto así que una víctima de la ludopatía señala "cómo es posible que el Gobierno permita la instalación de casinos, sabiendo tanto daño que hacen".
A pesar de esta situación, la Secretaría de Salud no tiene un estudio sobre el impacto que ha provocado en la salud mental de los bajacalifornianos la instalación de los casinos en el Estado, por lo que no hay datos científicos ni mucho menos una idea del perjuicio que el juego provoca en la vida social, económica y familiar de los afectados, ni mucho menos sabemos cuántos son.
Tampoco existe en el Estado un tratamiento o una terapia para curar esta enfermedad que incluso provoca el síndrome de abstinencia a quienes por alguna razón quieren dejar el juego, como dolores de cabeza, en las coyunturas, vómito y hasta diarrea, por lo que se ven obligados a acudir a los grupos de Alcohólicos Anónimos, ya que no se ha podido conformar un grupo de ludópatas, pero su gran mayoría termina recayendo en el juego.
Sin embargo, nadie les presta atención a estas personas que acudieron a los casinos a divertirse, para pasar el rato, matar el aburrimiento, para escapar de su soledad o por simple curiosidad terminaron perdiéndolo todo en una máquina programada para que la casa siempre gane.
En el caso del Grupo Caliente, aceptan que su actividad inevitablemente trae consigo la ludopatía, por ello buscan también que sus clientes jueguen con responsabilidad.
Señalan que ya atendieron a un grupo grande de ludópata, pero éste se deshizo porque recayó, pero buscan formar otro en los próximos días.
Más grave que el alcoholismo
Los ludópatas consideran que su enfermedad es mucho más grave que el alcoholismo o la drogadicción, ya que el ludópata es socialmente aceptable, se viste bien, trae buen carro y una persona que consume drogas o alcohol, por lo general ven que se trata más de un problema de voluntad que una enfermedad.
Incluso se habla de casos de prostitución dentro de los establecimientos en los que algunas personas ofrecen sexo a cambio de una recarga en la tarjeta de créditos, ya que hay quienes han apostado hasta 30 mil pesos en una sentada.
Cualquiera puede caer en esta enfermedad, en la que quizá se pueda acudir un par de ocasiones a los casinos, lo que hace sentir inmune al juego a cualquiera, pero se puede estar en la cuerda floja.
Y aunque el drogadicto destruye su mente, el alcohólico su hígado, el ludópata destruye su economía, su familia y su alma, que es mucho peor.
La casa nunca pierde
Baja California es la segunda entidad con más casinos en todo el país con 41 establecimientos, detrás de Nuevo León con 45, el Distrito Federal con 39, Jalisco con 37 y el Estado de México con 35 aproximadamente.
Tan solo Mexicali cuenta con catorce establecimientos debido a un 'boom' que se presentó hace aproximadamente ocho años. Al llegar a un casino, lo primero que se puede notar es que su estacionamiento siempre se encuentra casi lleno, los asistentes se sientan en su máquina y empiezan a jugar. Se plantan frente a la pantalla electrónica que les muestra una serie de combinaciones en una lógica ininteligible para las mentes que no están familiarizadas con esta modalidad de azar preprogramado que da opciones de apuestas que van de los 5 centavos a las más altas.
Ahí comienza la deshumanización de los clientes, que se "divierten" en estas máquinas que ya no tragan monedas, sino créditos de una tarjeta precargada.
Toda su atención se centra en la máquina, no hablan con nadie, se convierten en autómatas, ya que solo se concentran en la pantalla; no interactúan, no platican no nadie, es más, les molesta que les hablen o que los observen.
"Ésta es la mía", dicen, "ahorita me recupero", pero esa recuperación nunca llega, pues la casa nunca pierde.
Un pequeño ejército de acomedidos empleados lleva hasta el lugar del jugador las bebidas y bocadillos de su preferencia para que no esté sediento ni desnutrido y pueda seguir presionando los botones de las "tragaperras", como les dicen en España.
En algunos casinos, la comida se sirve a cierta hora... gratis para los asiduos asistentes, forman una fila, en silencio recogen la charola y solicitan lo que quieren que se les sirva; se sientan en minúsculas sillas y en pequeñas mesas y comen rápidamente en silencio para luego volver al juego.
Algo se rompió dentro de mí
"En mi caso, siempre he tenido amigas que les han gustado los casinos, pero en Mexicali no había, por lo que se iban a Estados Unidos y siempre me invitaban, pero no me llamaba la atención, ellas iban dos veces por semana en un camioncito que abordaban en Calexico, pero les decía no quiero ir", comentó una persona que sufre de ludopatía, pero solicitó permanecer en el anonimato.
"Por motivos sociales visité dos casinos en Estados Unidos, la primera vez yo iba acompañando a una persona, pero yo no quería gastar... le molestó mi presencia, ya que yo estaba detrás de ella cuando se encontraba jugando".
"¡Ve, ten estos 20 dólares para que te alejes de mí, porque quiero estar sola! Y fue entonces cuando gané y se me hizo una manera tan fácil de ganar dinero, pero en ese momento no modificó nada en mi interior ni en mi pensamiento, no significó absolutamente nada".
"La segunda vez que fui a un casino en Estados Unidos no jugué, me dediqué a observar, a prestarles dinero a mis amigas porque se lo acababan. En esa ocasión el juego tampoco significó absolutamente nada para mí. Fue en aquellos días que empezaron a poner casinos en la ciudad y en ese momento la gente empezó a volcarse en cantidades porque era la novedad y en Mexicali tenemos esa característica: Hay un lugar nuevo y la gente lo llena".
"Otra amiga me dijo vamos y yo no quería ir, pero en esa ocasión, sin saber cómo, empecé a jugar en una maquinita y la máquina empezó a trabajar sola y me decían los demás ¡señora! ¡ganó! ¡ganó!... pues gané".
"Cuando terminó ese día, algo pasó en mi interior, en mi cerebro, en mi alma, no sé dónde, porque todavía después de casi cinco años no puedo encontrar la respuesta qué fue lo que pasó en mi interior. Yo traía el carro, llevaba a mi amiga a su casa y me regresé otra vez al casino y a partir de ahí fue mi destrucción porque como adicta en recuperación, pensaba que el adicto era la imagen del adicto a las drogas, enflaquecido, destruido, que anda por las calles o del alcohólico que se emborracha y se revuelca en sus fluidos, pero esta adicción es tan maligna, tan destructiva, que te hace verla como algo socialmente aceptable".
"Entra desde el más anciano hasta el que puede entrar a estos establecimiento por ley, en sillas de rueda y todos lo ven como algo aceptable. Pero hay personas como en mi caso que algo se rompió en mi interior, que ya cuando te sientas en una máquina ya no observas todas las posibilidades que hay de quedarse en ese ambiente y acabar con lo que tienes".
Acaba con su dinero
"En poco más de cuatro años acabé con todos mis recursos financieros, vendí una casa, pedí prestado y en una noche me acababa 20 mil o 30 mil pesos y al día siguiente regresaba para recuperarlos; huía de mi casa, salía a escondidas porque me daba vergüenza porque estaba haciendo algo malo".
"Agarraba un mazo de dinero y decía: Con esto me voy a recuperar para pagarle a fulano y a zutano y en cuanto te sientas en la máquina, ya no eres tú, ya no eres la persona que está en la calle, que se relaciona con otros, que te respeta la gente, pierdes tu identidad, pierdes el raciocinio, pierdes el control y empieza una locura que en mi caso me ha llevado a la ruina financiera, a la ruina social... estoy trabajando tanto para recuperarme".
"Yo le doy gracias a Dios porque ayer no fui a jugar, porque yo ya le debía a financieras pagando intereses altísimos, pero en ese momento no te das cuenta".
Sospechosa casualidad
"En cuanto aparecieron los casinos surgieron en toda la ciudad las casas de empeño, las casas de préstamo, financieras y en ese momento no te das cuenta porque te sacan del apuro, pero una cosa está unida a la otra".
"Debo más de 1 millón y medio de pesos y entonces dices ¡no puede ser! Y cuando entras a los casinos y ves a la gente que juega de a 10 centavos, te preguntas: ¿Y yo por qué no puedo jugar con 50 pesos? Es una cosa que crece y crece y ya no puedes controlar. Tengo una vida de trabajo, respeto, de honestidad, mucha gente cree en mí, me tiene confianza y por ello, si pedía prestado, inmediatamente me soltaban el dinero".
"Sin embargo, te conviertes en una mentirosa patológica, en una gente que engaña, después de una mentira tras otra, "que el mes que entra te pago" ¡mentira!, porque ya le debes a otra persona que te soltó su dinero sin pensar porque cree en ti, confía en ti".
No hay centros de ayuda
"Aquí no tenemos grupos de ayuda que nos permitan sanar, yo se lo comuniqué al Centro Psiquiátrico al que acudo, pero le dicen que no hay, solo le recetaron una pastillita que la hace dormir cuando quiere jugar de nuevo, pero que pone en riesgo su salud".
"Un psicólogo me ha dicho también que se trata de cuestión de voluntad, pero no es así, ya que ella tuvo la voluntad de salir adelante de una situación precaria, sino que es una enfermedad que se enraíza y no sabes ni dónde, porque ni los médicos ni los siquiatras saben dónde está el asunto".
El psicólogo con el que acude solo le dice que vaya a Alcohólicos Anónimos porque han intentado formar grupos de jugadores al que solo llegan tres o cuatro personas y luego desaparece.
"Lo único que me dice es que esta enfermedad es terrible, que los alcohólicos duran años sobrios y los jugadores no, entonces es peor que una adicción al alcohol y a nadie le importa, eso es lo peor, porque si les importara ya habría más maneras de ayudar a gente como yo".
"Pienso que hay muchísima gente, que si yo gastaba miles, hay personas que se gastan 800 pesos que ganan en la semana en una ida al casino y después no hallan cómo hacerle para recuperarse, porque en estos lugares se ve a gente de todas las clases sociales y no les importa, no hay restricciones de ninguna clase".
"Al Gobierno no le interesamos, a los casinos menos, la sociedad nos ve como adictos aceptables, elegantes y eso solo te dice que estamos más solos que ningún enfermo: Al de cáncer le dan tratamiento; al de sida lo apoyan; al drogadicto le buscan lugares; a los alcohólicos hay grupos de AA en todo el país; en cambio los jugadores no tienen nada más que la soledad que nos vuelve a llevar al casino".