Ejido Jiquilpan
Por Por Laura Elena Aguayo , La Voz de la Frontera|2 de Marzo

Mexicali, Baja California.- El ejido Jiquilpan o El Jiquilpan es una de las comunidades que figuran como la ventana al valle de Mexicali, pues por su ubicación funge como uno de los principales caminos para adentrarse a la zona rural por la carretera a San Luis Río Colorado.

Con 1 mil 500 habitantes, no parece ser imponente, pero al igual que otros ejidos, su importancia es vital para los viajeros, pues en la única vialidad central del ejido se ven como desfilan día y noche los tráileres y camiones que trasladan cargas dentro y fuera del Estado.

Sin embargo, décadas atrás, a los pocos años de su fundación un 13 de abril de 1937, el ejido apenas y si veía un alma cruzar por este camino, ya que lo único que se veía pasar era un camión de pasajeros que solamente se observaba en la mañana y al atardecer.

Siendo esto un factor determinante para que la urbanidad alcanzara sus inmediaciones, convirtiendo a la comunidad como un sitio de paso para transportistas y cuna de quienes por la nostalgia o no tener a donde ir, aun residen en el ejido, donde se lucha por una vida digna a pesar de los esfuerzos que amantes de lo ajeno han logrado para dañar la tranquilidad de los vecinos.

Con tan solo un preescolar y una primaria, los jóvenes que ahí han crecido han tenido que tomar como opción salir del ejido para lograr seguir superándose, dejando con esto el valle y poco a poco entregando las tierras de sus familias a la renta de parcelas por la falta de motivación para seguir trabajando en el campo.

No obstante, son pocos quienes aún le tienen fe a la producción primaria, de forrajes, semillas y fibra, así como de otros cultivos que se han preservado a pesar de los cambios con el paso de los años.

Una comunidad desunida

El señor Jesús Avitia Avitia, residente del ejido desde 1962, ha visto con el paso de los años como la unión entre los residentes de la zona ha ido dejando a un lado los lazos de unión, siendo la migración y la falta de vocación por el campo lo que ha provocado que las nuevas generaciones opten por residir en el vecino país o bien impartir sus estudios en Mexicali.

Oriundo de Canela, Durango, en 1932 sus papás le trajeron a los 2 años de vida llegando a tomar como su primer hogar en el valle de Mexicali a la comunidad de Tecolotes, donde al mes falleció su papá, Alejo Avitia, dejando viuda a su madre Alejandra Avitia, quien luchó por hacerse de un hogar y mejorar la calidad de vida de su familia.

"Mi padrastro fue a quien en 1937 lo invitaron a formar el ejido, siendo mi familia la primera que antes de eso llegó a residir al Quintana Roo, donde solamente se tenía viviendo a pura gente de Michoacán, Guanajuato y del centro de la República", relató.

Con casas de cachanilla fue que los primeros vecinos levantaron sus hogares, trabajando de sol a sol las tierras que sirvieron para mejorar poco a poco el estilo de vida de las personas.

"Mi primer casa en el ejido estaba hecha de ladrillo y aún sigue en pie, aunque mis hijos la quisieron tumbar, no los dejé. Recuerdo que para hacerme de mis tierras pedí un préstamo cuando trabajaba con un señor, Lorenzo Núñez García, quien respondió por un crédito en 1962 y de ahí me hice de una parcela, llegando a esta casa que contaba con tres cuartitos".

Después de tantos esfuerzos pudo darle un vida digna a su familia, la cual formó junto a su amada esposa la señora Alejandrina Nalda Cruz, a quien conoció pizcando algodón y con quien se decidió desposar un 20 de enero de 1954, cumpliendo 59 años de matrimonio y criando a 8 hijos que le han dado 19 nietos y un bisnieto.

"Cuando yo llegué ya estaba poblado, pero recuerdo a la familias que empezaron a trabajar aquí como la Rubio, Butrón, Ayala, Ruiz, Montiel, Ríos, Esquivel, quienes dejaron sus raíces aquí. En mi caso, he tenido que rentar las parcelas, pues mis hijos decidieron hacerse profesionistas, quedando solamente Sergio, uno de ellos como el único que las trabaja, pero que ha tenido que rentar este año por su trabajo".