Emblema y síntesis de un hábitat en el que palpita el corazón de la clase social operativa de México, es decir, aquella que aporta uno de los elementos más distinguidos y útiles de la obra humana, su mano, el conjunto habitacional Cucapah-Infonavit se encuentra hoy prácticamente en el centro geográfico de la capital bajacaliforniana.
La fuerza poderosa de los trabajadores que contribuyen con su mano de obra para la construcción de un gran sociedad, se guía y se deja llevar por la capacidad, disciplina e inteligencia de un alma que también en el Cucapá se sintetiza y se concentra, la de Mexicali.
La mayoría de los habitantes de este polígono urbano que cuenta con más de 50 años de vida nacieron en las más diversas partes del sur del país. Sus ascendientes, pero en muchos casos ellos mismos, llegaron a expensas de las grandes posibilidades de progresar mediante el esfuerzo con dirección hacia el trabajo productivo y creador.
Muchos de ellos forman parte de una familia cuyo padre, normalmente pensando en el bienestar de sus hijos, se había adelantado para sentar los cimientos de lo que fuera una nueva vida en varios sentidos, muy diferente a la que estaban acostumbrados en los barrios urbanos del sur mexicano y en las zonas rurales en las que un espíritu campirano, dispuesto siempre al trabajo y curtido por la constancia de sus labores, estaba esperando una oportunidad para activarse y proyectarse en la ciudad.
En ese sentido es en el conjunto habitacional Cucapá donde se concentra una fusión de generaciones rurales y semi urbanas de los Estados sureños, con aquellos mexicalenses propiamente aquí nacidos.
Al mosaico distinguido por esa concentración aquí se le llama calidez, el cual está dotado de una extraordinaria fuerza de trabajo.
Porque en efecto, la calidez, que implica aceptación y atención hacia los semejantes, es uno de los valores humanos de mayor presencia entre los habitantes del Cucapá, entre ellos uno que nos lo demostró entregándonos un texto cuyas palabras, sin duda guiadas por una motivación impregnada de gratitud, nos proyectan chispas de un espíritu en ellas radicado.
Infonavit Cucapah
A finales de los sesenta, previa la creación del Instituto del Fondo Nacional para la Vivienda de los Trabajadores (Infonavit), Mexicali comenzaba a desenvolverse en un mundo industrial que desde entonces lo ha caracterizado y le ha dado fama alrededor del mundo merced a una virtud proverbialmente reconocida: la mano de obra.
Los paisajes de los campos agrícolas en los que participaban en la recolección de la cosecha, principalmente pizcando algodón, pasaron a la historia para algunas familias que se trasladaron a la zona urbana de Mexicali que se venía caracterizando cada vez más por su productividad y su vocación industrial.
Lo que ahora es el complejo urbano compuesto por el Cucapah-Infonavit hasta finales de los cincuenta del siglo pasado no era otra cosa que parte del panorama agrícola, muy señaladamente algodonero.
"Cuando fui a escoger la casita que me iban a entregar me fui caminando desde el Centro Cívico hasta el conjunto urbano del Infonavit", dice Antonio Ramírez, originario de Zapotlanejo, Jalisco, quien había llegado a Mexicali a instancias de comentarios y recomendaciones que le habían hecho los Jiménez en su tierra natal.
Antonio recuerda ahora el sentimiento de ilusión realizada cuando ocupó por primera vez su casa, sí, pequeña, de interés social, pero no tan chica como las que actualmente se venden bajo ese concepto.
"Una o dos veces me fui de noche y realmente me daba miedo atravesar el tétrico y desprotegido barranco que ahora se ha convertido en parte del moderno bulevar del Río Nuevo", comentó este hombre cuyo espíritu mexicalense se instaló en su cuerpo y en su alma. quizá desde que se encontraba en el vientre materno en aquellas aciagos días en Zapotlanejo.
El melancólico ruido generado por los motores de los tractocamiones que, en lontananza, circulaban por la carretera Unión de Mexicali, no se diferenciaba del que, procedente las afueras de Zapotlanejo, escuchaba con curiosidad apenas unos años.
"Esta avenida, la Pontevedra, era quizá la última de la ciudad en la época en que me mudé aquí", comenta Ramírez, a quien entrevistamos en las afueras de su casa.
Esa avenida, aunque es interior, divide señaladamente las dos primeras secciones del Infonavit-Cucapah con respecto a otras dos secciones que se encuentran al sur de dicha rúa.
En la primera y segunda secciones, donde se encuentran las últimas casas de dos y tres pisos que entregó el Infonavit en Mexicali, puede observarse un moderado movimiento comercial en el que destacan los servicios de estéticas, otro de venta de agua filtrada y un pequeño mercado frente a la primaria y al jardín de niños, al que ninguna cadena de tiendas le hace la competencia.
Este centro de hábitat humano fue prácticamente estrenado por uno de los trabajadores de LA VOZ DE LA FRONTERA, Miguel Ruiz, un experimentado revelador de fotografías dentro de un sistema al que muchos le dicen "antiguo". La tarde que ocupó por primera vez su casa fue de especial satisfacción para "El Máistro Ruiz", patriarca de una familia numerosa.
La Lombardo Toledano
La Lombardo Toledano es la calzada que comienza, en el norte, en el bulevar Lázaro Cárdenas y su proyección se pierde en el sur a través de los múltiples asentamientos humanos que en esa área se han venido construyendo.
En la esquina noroeste de Lombardo Toledano y Pontevedra se encuentra el establecimiento comercial quizá más icónico del Infonavit-Cucapah, la ferretería Las Palmas.
Fue fundada apenas hace unos 18-20 años por Enrique Urquidez, cuyo éxito sin duda se debe a que vino a cubrir un nicho no todo el tiempo atendido debidamente por el mercado: el mantenimiento de la vivienda
Aunque el local es pequeño, los usuarios acuden desde muy diversos puntos de la ciudad porque saben que, aunque sea una sola pieza, pero allí hay de todo lo que necesitan... y más.
En una zona eminentemente popular, desde el cual los medios han reportado algunos acontecimientos relacionados con la inseguridad y la violencia que están viniendo a caracterizar a las grandes zonas urbanas, Urquídez se siente a gusto y satisfecho porque hasta la fecha no sólo no lo han asaltado, sino que ni siquiera ha descubierto cualquier falta en el inventario de su mercancía.
Por la Lombardo Toledano, al sur, se encuentra la taquería de José Rosario Acosta Plascencia, conocido como "El Chapo", que sólo abre por la noche y junto a dicho establecimiento se encuentra la bolería en la que Pablo Alberto Valenzuela Aguilar se encarga de dar mantenimiento con el mejor de los brillos a los zapatos de los residentes.
El joven propietario y operador del negocio tiene amplia experiencia y consecuentemente muchos clientes. Nos comenta que inició esta labor en El Centro, California, donde cobraba 5 dólares por par de zapatos. Aquí cobra 30 pesos.
En la acera de enfrente Antonio Gutiérrez Trejo y su esposa, Olga Alicia Rodríguez, ambos destacados y conocidos deportistas, se dedican en cuerpo y alma al entrenamiento de generaciones nuevas en el deporte y en su caso, a contribuir en la reducción de peso de sus usuarios.
Y así por el estilo, el Cucapá se encuentra salpicado de la capacidad, la creatividad y el espíritu empresarial que mucho distingue a los mexicalenses, en quienes reboza y por ello los distingue, ese valor que implica no sólo atención, sino también la aceptación del semejante: La calidez.
Carta a Mexicali
Sin mayores preámbulos, a continuación un texto de Antonio Ramírez (sin cambios, sólo con los que pudiera resultar al copiarlo mecanográficamente) uno de los residentes del Cucapah, en el que sin duda se refleja un espíritu agradecido y reconocido hacia Mexicali:
Amada ciudad:
¿Qué tienes, Mexicali?
Apenas llegué, como muchos lo hemos hecho desde otras partes del país, "en busca de una mejor vida", sufrí enormes hemorragias nasales que estuvieron a punto de causarme la muerte.
Viví años de gran incertidumbre sobre mi futuro. Entre los surcos de los algodonales las víboras de cascabel y los coralillos siempre estuvieron a punto de matarme.
Los alacranes me perseguían y muchas veces me clavaron su por fortuna no tan venenoso aguijón.
Ya en las activas jornadas de trabajo, ya bajo el hogareño techo, el ígneo verano me ha estado quemando toda la vida y las deshidrataciones, muchas veces crecidas por las resacas de una previa y alegre refrescada, me han llevado al borde de la occisión. Y, por si fuera poco, no es mínimo el sacrificio para vivir con la comodidad de un clima artificial que, en tiempos críticos, puede incidir en un famélico cuadro familiar.
La superficie húmeda del día anterior, el reducto hídrico de una manguera, los baldes de agua y las piletas, todo convertido en hielo durante los crueles inviernos que transformaron en estalactitas las gotas de agua de una llave, todo conjugado con un "tenue" pero filoso viento, son una pesadilla porque la hipotermia -que asimismo congelaba mi cuerpo y me "calaba hasta los huesos"- me hacía pensar en la defunción.
Las circunstancias de la economía y de la grave problemática social del país, insertadas en tu delicado plasma, han incidido en niveles de violencia nunca vistos... y yo he sido una de las víctimas. El vertiginoso tráfico vehicular, las negativas combinaciones anímicas y los desafíos y resistencias ante los violentos me han llenado de cicatrices por dentro y por fuera.
Los altos niveles de contaminación que se han estado alcanzando, tanto por el desvencijado parque vehicular -que afortunadamente poco a poco va siendo suplantado por la industria automovilística nacional- como por las emisiones de la industria, parecen ser características de un lugar que, dejando relativamente en el pasado su vocación agropecuaria (sin embargo aún vigente), se ha incorporado a las problemáticas urbanas que afectan la salud de sus habitantes... y que eventualmente les provoca dejar de existir.
No es de dudar que igual o peor miedo causa el pensar en la posibilidad de un horrible sacudimiento de tierra, dada la naturaleza sísmica de nuestro subsuelo en el que ineludiblemente algunas fuerzas siempre están esperando para manifestarse. Baste como ejemplo el terremoto del 4 de abril de 2010, cuya devastación aún sigue siendo causa del sufrimiento de muchos mexicalenses, tanto del valle como de la ciudad, no obstante los esfuerzos que tanto ellos como las autoridades han realizado para reparar los daños. Decenas de agricultores han dejado de producir miles de toneladas de alimentos que son necesarios para millones de personas, y para ayudar en la economía de la región y del país.
¡Cuántas cosas hemos sufrido, Mexicali!
¿Pero qué tienes? ¿Por qué seguimos aquí?
Don Alfredo Dipp Varela, uno de tus pioneros, ha dicho que si a Tijuana se fueron los visionarios, en Mexicali se quedaron los más trabajadores. Tu condición de capital y el ímpetu de tus hombres, combinado armoniosamente por la hermosura y calidez de tus mujeres, todo inducido por algún espíritu que se cierne sobre tu espacio, te han hecho florecer en un árido desierto. Ahora eres una hermosura, una de las ciudades más progresistas del país, que no obstante su rubicunda juventud, ofreces inagotables e increíbles posibilidades de progreso en todos los ámbitos, siempre y cuando exista la voluntad y el acierto para aprovecharlas.
Permíteme pasear por tus lugares
Entrar a los grandes restaurantes de los chinos y disfrutar de sus coloridas, nutritivas y abundantes creaciones gastronómicas, cuyo maridaje va bien con la milenaria bebida ambarina que alborota el cuerpo y anima el espíritu.
Descansar, si acaso eventualmente, en uno de los confortables hoteles de cualquier número de estrellas y recibir un servicio excelente.
Disfrutar de restaurantes internacionales cuya calidad y fama han traspasado fronteras y son visitados casi en forma cotidiana por exigentes extranjeros...
Pasear por el Centro Histórico, en el que se hacen esfuerzos por revivir los viejos tiempos de belleza y armonía y que se proyecta como una zona de gran convivencia no únicamente para el solaz de los locales, sino para el disfrute de los turistas.
Saborear los ricos tacos de carne asada, con sus abundantes, vigorizantes y multicolores salsas, síntesis inequívoca del sabor mexicalense.
Y pasear por tus nuevas y novedosas zonas que nos hacen pensar en una ciudad totalmente cosmopolita.
¡Oh Mexicali! ¡Cuánto sufrimiento me has aportado! No sólo aquí, como ya lo he descrito, sino en las lejanas latitudes a las que me ha llevado la vida, tanto en el país como en extrañas ciudades del mundo!
¡Es tanta la nostalgia que he sentido!
Pero entre más sufro, luego me das más vida y felicidad.
¿Qué tienes, Mexicali?
No espero una respuesta, ni la quiero.
Básteme seguir viviendo aquí, con la libertad, la calidez y los sentimientos que me inspiran tú y tus adorables habitantes.
Básteme que, aunque siempre al borde de la muerte, bendito Dios, logro más vida y te lo debo a ti.
Mi gratitud por siempre.