Ejido Cucapá Mestizo
Por Laura Elena Aguayo, La Voz de la Frontera|20 de Julio

Mexicali, Baja California.- Con menos de la mitad de habitantes que se tenía antes del terremoto que azoto al valle de Mexicali en el 2010, el ejido Cucapá Mestizo con sus calles de tierra desniveladas, parque comunitario desolado, en completo abandono y esqueletos de hogares abandonados muestran la sombra de lo que un día fue una comunidad unida y próspera.

Resistiéndose a dejar sus raíces algunas personas permanecen ahí, donde lo único que poseen es un terreno que llaman hogar, aunque sin vecinos comparten este ejido con unas cuantas familias que permanecen dentro de sus casas para evitar pasar calor en estas fechas.

Pueblo fantasma

El profesor José Luis Barrera, secretario del comisariado ejidal expresó que tras vivirse el temblor, poco más de la mitad de la población se fue del ejido y su mayoría habita en el fraccionamiento Nuevo Renacimiento, donde se reubicaron familias enteras de otros ejidos y poblados.

La desolación forma parte de la vida diaria, pues el silencio ocasiona que una pequeña pedrada resuene en un eco que deja como muestra al abandono de este sitio, un pueblo fantasma para sus habitantes.

Con la tristeza de algunos adultos mayores, se ven pasar las horas en porches reconstruidos de lo que dejó el 2010, mientras que las casas abandonadas se ven absorbidas por la poca maleza que trata de recuperar lo que un día se habitó pues ya se cuenta con 30% del total de la población.

Ante esto, el profesor ha visto la oportunidad de auxiliarse en la gerencia estatal de la Comisión Nacional Forestal (Conafor), pues se ha planteado por parte de su titular, Sergio Avitia Nalda la posibilidad de reforestar y poder implementar el proyecto de carbón de mezquite.

Como muestra de lo anterior, Javier Ibáñez cuida el negocio de su padre, un abarrote donde a diario despacha y desde 1979 fue establecido en el ejido, quedando como el único negocio en pie, pero por la falta de clientes que a veces no aparecen en todo el día ya se está pensando en cerrar, pues ni para el pago del consumo eléctrico se saca con las ventas que escasean.

Falta de servicios en

una comunidad olvidada

Residentes de este ejido demuestran en sus rostros el cansancio por residir en una comunidad donde los servicios escasean, tal como la recolección de basura que en meses no se hace presente, alumbrado público que deja cuadras enteras en las penumbras, menos se esperan las brigadas de apoyo para los pocos ancianos que apenas y viven de la ayuda de sus hijos.

Aun así el arraigo de seguir en donde se cimentó un hogar, se mantiene tal como la señora María Elena Sánchez de 71 años quien ahora en una casa rodante hace su vida diaria, se despierta para alimentar a sus gallinas y poder atender sus plantas mientras dos de sus hijos trabajan.

Todo ha sido complicado desde que su hogar fue destruido por el terremoto, ya que ha logrado salir adelante con el apoyo de otras personas, pues su casa le fue regalada al igual que los muebles que tiene en su interior.

Desde 1951 vio nacer y desarrollarse este ejido, donde dice ahora ya no se ve a las personas en la calle, quizás porque el número de residentes se ha reducido drásticamente, aun así ella afirma que ese es su hogar y nunca ha salido de ahí.

En la periferia del Cucapá Mestizo se tiene una pequeña escuela primaria y un jardín de niños, donde con apenas un salón de clases se atiende a 15 menores.

Elena Flores tiene dos años residiendo en el ejido, los motivos que le llevaron a esto fue la necesidad de sacar a sus hijos para que estudiaran, pues en el hogar de su madre junto al Campo Mosqueda cada lluvia inundaba los caminos sin dejar oportunidad de llevar a sus pequeños al jardín de niños y primaria.

Pero no todo es tristeza y desolación, ya que Juan Hernández de 79 años, tiene apenas cinco meses en esta comunidad, donde bajo un árbol en una improvisada sombra descansa junto a unas chivas que sirven de sustento para su hijo y nuera, quienes lo cuidan.

Con la brisa en la cara, dice preferir el silencio que tranquiliza su vida, totalmente distinto a la ciudad, donde el ensordecedor estrés diario ha dejado de ser un problema para él.

Grietas en las paredes de las casas que apenas se mantienen, son una metáfora de sentir en los residentes de este ejido, pues el común denominador es que se sienten olvidados por las autoridades y la propia sociedad que ha dejado arrumbados los recuerdos del fenómeno natural que más ha devastado al valle en los últimos años.