Colonia Revolución
Por Por José de Jesús Jiménez Vega, La Voz de la Frontera|28 de Febrero

Mexicali, Baja California.- La colonia Revolución es quizá la primera que contó con un servicio de obra pública integral en materia de pavimento de vialidades, por lo que antaño era un orgulloso referente.

Como todos los asentamientos humanos que van naciendo, los pioneros sufrieron -a mediados del siglo pasado- una vida llena de padecimientos derivados de las condiciones sociales y económicas de la época.

Es cierto que el drama económico principal del país se escenificaba en el centro y el sur, donde la agricultura era casi exclusivamente de temporal, y se daban años en que las semillas esperaban en vano el líquido del cielo que las haría trascender.

Mientras ellas morían sin cumplir su misión de germinar, crecer y fructificar, los mexicanos de aquellas regiones sufrían hambre y todo tipo de carencias, por lo que comenzó a darse un fenómeno migratorio hacia el norte que aún continúa intenso.

Pero la falta de dinero para sacar con éxito algunas situaciones que son elementales para vivir dignamente no era un signo exclusivo del "otro México", sobre todo para quienes iban llegando desde allá en busca de una vida mejor y encontraban una región virgen en todos sentidos.

Los primeros residentes de la colonia Revolución, ubicada en el sector poniente de la ciudad, rodeada de otros asentamientos como las colonias Pueblo Nuevo, Santa Clara y Baja California, tuvieron que trabajar duro.

Con las calles a tierra abierta, las polvaredas daban la apariencia de neblina como consecuencia del tránsito vehicular, que comenzaba a incrementarse en forma vertiginosa, al grado de que la mayoría de las familias fundadoras de la Revolución contaban con automóvil.

Y qué decir de los aciagos días en que despiadados fenómenos meteorológicos convertían las calles en lagunas lodosas prácticamente imposibles de transitar en vehículo, mientras los habitantes que deseaban salir con urgencia debían usar el cofre de un automóvil a manera de lancha.

Muchos trabajadores dejaban sus automóviles lejos de su casa, ante la imposibilidad de acceder debido a las inundaciones.

Otros que no poseían vehículo, sobre todo una que otra empleada de comercio o cualquier otro negocio utilizaban un tipo de calzado especial para salvar los tremendos lodazales y llegar hasta la avenida Baja California o a la Michoacán para tomar camión o taxi. En su trabajo lo sustituían con los zapatos más presentables que tenían.

Los líderes se vieron en la necesidad de organizarse y de solicitar la pavimentación de las calles en un momento de la historia mexicalense en que hubo oportunidad de que ello ocurriera de la mejor forma, por lo que, como dijimos, la colonia Revolución transitó de un extremo inferior a otro superior de manera increíble en materia de pavimento.

...El tiempo ha pasado y la falta de un mantenimiento adecuado a la carpeta asfáltica propició que a estas alturas la superficie de rodamiento de prácticamente todas las calles presenten enormes baches, fracturas y bordos.

El mantenimiento de los vehículos es un tema de pensarse, porque todas aquellas partes sensibles a los movimientos rudos o bruscos tienen que ser sustituidas en forma constante.

Debido al carácter populoso de este polígono urbano, las calles son recorridas constantemente por quienes viven allí o van de visita o negocio, pero ante el acecho de la delincuencia en sus muy diversas modalidades la gente se mete a sus hogares a la hora más temprana posible.

La falta de un adecuado sistema de alumbrado público hace que por las noches algunas de las vialidades se vean lúgubres, y no faltan los acontecimientos de violencia entre pandillas.

Al paso del tiempo algunos viejos residentes de la colonia, cuyo destino les marcaba otro lugar geográfico en el mundo, se retiraron de allí -generalmente a Estados Unidos- dejando sus casas prácticamente abandonadas.

Los vándalos han hecho de ellas verdaderos banquetes de destrucción, derrumbándolas para robarles todo aquello que puedan vender, desde los cercos, pasando por las rejas de puertas y ventanas y hasta los cables y los tubos de las instalaciones eléctricas.

Aunque en términos generales los residentes de la Revolución viven en casas dignamente presentadas, no faltan algunos lunares de ruinas y destrucción, que incluso en algunos casos sirven de discretos "picaderos" o hasta de "tienditas".

En resumen, durante los recorridos que hemos hecho por la colonia, a fin de entrevistar a quienes pudieran contarnos experiencias, anécdotas o situaciones especiales que nos den una idea del espíritu humano asentado en esta colonia tradicional, nuestros entrevistados se han referido a dos problemas fundamentales.

En orden de importancia las condiciones en que se encuentra el pavimento de las calles es un asunto prioritario, por lo que las actuales generaciones han comenzado a emular la primitiva actitud de liderazgo que antaño hizo a la Revolución un ejemplo de urbanismo en esa materia... aunque hasta el momento las gestiones no han fructificado.

"¡Pavimentación, pavimentación!", es el clamor.

Y qué tan grave han de sentir ese problema los residentes de la Revolución, que colocan en segundo lugar el de la delincuencia.

Revelan que la impunidad se vive a tal grado que las familias de bien, sobre todo si son trabajadoras y cuentan con algún recurso mueble o inmueble que los delincuentes consideren útil o negociable en el mercado subrepticio, tienen allí que vivir con mucho cuidado y discreción, y reforzando sus viviendas con rejas y diversos sistemas de seguridad.

En tales circunstancias, como el lector habrá podido captar, los residentes del lugar que hemos entrevistado para describir este panorama urbano "brillan por su ausencia".

Aunque son personas interesantes y abiertas, y muy comprometidas en la búsqueda del bienestar colectivo, solicitaron "por lo que más quieran" que por ningún motivo se fuesen a publicar sus nombres, y de ser posible ningún detalle que pudiese facilitar su identificación.

Este aspecto negro ha sido impedimento para narrar algunas anécdotas e historias de vida y de hechos cuya amenidad resultaría de mucho atractivo para nuestros lectores.

En cambio, dejamos constancia del clamor por los dos problemas más graves que enfrentan nuestros revolucionarios entrevistados: Pavimentación e Inseguridad Pública.